Ya casi no se sueña con castillos. Quien hoy se despierte como Horace Walpole debe haberse quedado dormido. Es que el soñar —todo esto es un plagio a Benjamin— participa de la historia y los sueños han ordenado, más de una vez, su realización.

Es el caso de Horace Walpole, a quien un sueño lo sumergió en un antiguo castillo y luego en ocho noches de escritura frenética.

Hablo de El castillo de Otranto, la primera novela gótica. Algunos de sus rasgos permiten describir al género. La historia transcurre en un castillo, lleno de pasadillos secretos, túneles subterráneos, calabozos; en él se perciben ciertas presencias fantasmales; las fuerzas naturales suelen tonar el ambiente aún más opresivo y, por último, su protagonista es un joven atractivo, misterioso y melancólico. Se supone, además, que todo  transcurre en una atmósfera de suspenso, en este caso, formentada por el uso más que abusivo de la anacnórisis.

Todos los personajes masculinos irán revelando sus verdadera identidad a lo largo de la novela. Manfred, Frederic, Jerome, Theodor ninguno es quién cree o dice ser. La peripecia en esta novela está vinculada a esas falsas identidades, a la confusión, al desconocimiento. Hay, entonces, desde el comienzo un misterio que irá revelando su complejidad a lo largo de la trama y que se resolverá paulatinamente mediante las más que frecuentes analepsis. Es una historia de suspenso, pero a mí me causó gracia.

Eso puede deberse a que se trata de la primera novela gótica y todo parece muy adornado; o a que el héroe me hizo recordar al típico protagonista de un manga harem; aunque lo más probable es que se deba a sus diálogos, similares a los de las comedias de enredos.

Como sea, El castillo de Otranto no deja de ser una lectura entretenida en la que, sin embargo, se pueden advertir muchos tópicos interesante sobre los cuales reflexionar: cuestiones sobre la identidad, la mujer como bien de cambio, la relación entre política y religión en tanto institución, entre otros. En fin, un montón de cosas que ambientan nuestra lectura.

Horace Walpole, El castillo de Otranto. Ediciones Nuevo Siglo, 1995, 125 páginas. Traducción: sin datos.