Lo charlaba días atrás con la chica de La Plata. Parece ser que toda reflexión presente sobre la ciencia ficción no puede evitar mencionar dos palabras tristemente célebres: Black Mirror. Pero, aunque no lo parezca, antes de 2011 hubo quienes tuvieron sueños y pesadillas sobre el porvenir. Los medios para plasmar dichas imaginerías fueron múltiples: la literatura, el teatro, el cine, la radio y, por supuesto, la historieta.

¿Cuándo? Bueno, eso es discutible. ¿La obra de Mary Shelley es ciencia ficción? Entonces ya en el siglo xix. ¿Tomás Moro y su Utopía también? Entonces el género se remonta al siglo xvi. ¿Más atrás? Puede ser, hay quien menciona a Platón. La pregunta no es cuándo.

¿Dónde? Bueno, esa tampoco es la pregunta, pero es interesante notar cómo en nuestra imaginación el género se asocia a nombres, personajes y ambientes extranjeros. Como si la ciencia no nos interpelara, como si la imaginación de un futuro no formara parte de nuestras posibilidades. Quizás sea esa la razón por la que El Eternauta de Oesterheld y Solano López nos conmueve: reconocemos el espacio en el que se mueve el héroe que, a su vez, se llama Juan y vive en una casa que podría parecerse a alguna del barrio (nunca la propia, porque esa casa es muy grande).

Carlos Abraham, un hombre de archivo, acostumbra a ocuparse de temas ignotos y a pronunciar sus hallazgos. Lo hizo con su monumental antología de 4 tomos Cuentos fantásticos argentinos del siglo xix y lo hace ahora con Las historietas argentinas de ciencia ficción. De los orígenes a El Eternauta, una obra en la que se ocupa de rastrear en todas aquellas revistas que, desde 1901 a 1957, publicaron al menos una historieta a los pioneros de la ciencia ficción vernácula. ¿El objetivo? Elaborar un recorrido visual por esos antiguos sueños del porvenir.

Se trata de un trabajo de hormiga que no se desatendió del tratamiento gráfico: no solo se seccionaron viñetas hoy inhallables que pululan a lo largo de las páginas del libro, sino que la maquetación ¿a cargo de Alejandro Schmied? les da un espacio que permite, a la vez, que se destaquen y que no interfieran la lectura.

Abraham divide ese recorrido en tres períodos: Los inicios (1901-1935), Hacia la edad de oro (1935-1945) y La Edad de Oro (1945-1961). El libro, sin embargo, se detiene en 1957. ¿Por qué?

El 4 de septiembre de 1957 aparece en el Suplemento Semanal Hora Cero, el primer episodio de El Eternauta y su recepción supuso un cambio y el anuncio del apogeo de la ciencia ficción local.

Abraham traza ese límite temporal para mantener la unidad temática del libro. Se dedica, entonces, a reseñar y analizar obras menores, pioneras, que han quedado guardadas en el común olvido.

Los inicios. Es un período de ensayos, en general, ligados a un humor tendiente a criticar la mecanización de la vida cotidiana y la obsesión por la velocidad de principios del siglo pasado. Sin embargo, este período no está exento de aventuras, como las de Viruta y Chicharrón viajando por el espacio en globo.

Hacia la Edad de Oro. En este período surgen los primeros historietistas que se dedicarán con continuidad y sistemáticamente al género: Carlos Clemen, Luis Bulgarini, Raúl Roux y Leandro Sesarego.

A la vez, se presenta un giro desde el humor hacia la aventura y se cristalizan los temas del género: el viaje de exploración espacial, la vida artificial, el hombre con poderes sobrehumanos y la especulación tecnológica y sociológica sobre el futuro.

Es el período en el que aparecen nuestros primeros grandes héroes y del apogeo de la ópera espacial: viajes espaciales, batallas entre flotas de cosmonaves, rayos mortíferos, princesas extraterrestres y héroes aguerridos.

La Edad de Oro. Es el período en el que los editores solicitaban temas como las invasiones marcianas, las escenas del holocausto nuclear o las hazañas de los pilotos de prueba.

Con un grado mayor de madurez, los historietistas no solo presentan las innovaciones tecnológicas, sino que desarrollan planteos sobre los pelígros de una ciencia sin ética.

Si bien la influencia de los cómics estadounidenses condujo a que los historietistas usen nombres y locaciones extranjeras, gradualmente los creadores fueron renacionalizando los temas, escenarios y personajes. Como dijimos, el paso definitivo se dio con El Eternauta y, por esa razón, el libro termina ese año. Quedará para un próximo y prometido volumen el relato y rastreo de las historietas de ciencia ficción posteriores.

Es, sin dudas, un libro que prestaré con orgullo. Cuando quieran (postcuarentena), avisen. Y, si están más urgidos, pueden pedírselo a la editorial a esta dirección: trenenmovimiento@gmail.com

Carlos Abraham, Las historietas argentinas de ciencia ficción. De los orígenes a El Eternauta. Tren en movimiento, 2020, 104 páginas. Diseño y maquetación: Alejandro Schmied. Precio: $680.