Aún no entiendo cómo funciona. Sospecho que contar que una autora murió de asma ayudaría a que nos formemos una idea sobre su escritura. Tal parece ser el dictamen general, pues datos anecdóticos como ese se repiten una y otra vez en las reseñas a las obras de Sara Gallardo.

Dos semanas atrás, nada conocía sobre ella. Nombre, cara, vida, obra: todo me era ajeno. A veces, eso resulta suficiente para generar interés.

Esa mujer con un hacha al hombro, mirando a cámara, con bosque bajo sus pies. Esa mujer no es Sara Gallardo.

No lo sabía y no me importaba, pero fue la tapa la que me tentó a tomar el libro.

4
   Las torturé. Sigo con sed. Las vi morir, nombrando a desconocidos en otras lenguas. No me sacié. Si cada pasto fuera sujeto de humillación y cada estrella un ojo que cegar, seguirían mis ansias.

Meses atrás empecé —y con eso quiero decir que jamás terminé— Leñador  de Mike Wilson. La modelo, la leñadora sin camisa a cuadros —o la mujer que, pudiendo o no ser leñadora, viste sin camisa al momento de la foto y que posa o parece posar mirando a cámara o a quien está detrás de ella, (es decir, de la cámara) o a quien se detiene a mirarla—, me hizo recordar ese libro. Quizás, entonces, fue la culpa y no la curiosidad la que despertó mi interés por este librito.

11
   Lo veré para siempre ridículo. Cada noche vigilando a sus hembras. Me encontró con mi amigo. Me hundió la cara de un bolazo. Se fue a dormir. En la mañana llamó a mi compañero. Le pidió veinte ovejas.
   Quedé ciega.
   Veinte ovejas.
   En la tierra de sombra siga viéndolo. Ridículo.

El diminutivo no es peyorativo. Hace referencia a sus 64 páginas y, tal vez, a su tamaño de letra diminuta. No al contenido, no a los cuentos, no a los temas abordados, no a forma en la que están narrados.

20
   A veces nos cruzamos con el rey. Si tiene ganas me saluda, y pasa. La juventud, no sé dónde quedó.
   Hemos sido cómplices.
   No es que le falten. En el triunfo, el castigo, la matanza, la gloria, la lujuria.
   Pero yo sola vi sus lágrimas.

Fue, sobre todo, el breve comentario de la contratapa. «Serpientes marinas en Lanús...», en primer lugar. Con eso, la Editorial Clase Turista había activado mi sentido de pertenencia a zona sur; «... yetis en las guerras de la Independencia...», relatos fantásticos e historia nacional: sin dudas leería este libro. Pero hubo una estocada final: «hombres lobo pampeanos». Listo, cartón completo, quiero este libro.

¿Quién es esta mujer? Me pregunté. Y ahí, sólo ahí me anoticié de que estaba muerta. Dos años después que Borges, la misma fecha.

La gente que se dedica al zodiáco —cada vez hay más— podrá sacar alguna conclusión sobre esto —entiendo que tienen la capacidad de vivir en el consuelo de total ausencia de incertidumbres.

21
   Me entregué al misterio.
   ¿Qué era?
   Un camino de tiniebla hacia una tierra que quizá no existe.
   Soy fiel. Persevero.

En fin, en libro de Sara Gallardo me gustó y me dejó con ganas de leer algo más de su obra. Por lo pronto quiero conseguir El país del humo, su libro de cuentos —los que figuran en la edición de Clase Turista son una selección—, y su primera novela, Enero, reeditada por Fiordo. Quedarán, momentáneamente, apuntados en mi lista de deseos. Mientras tanto, nuevas aventuras y libros nos esperan.


Sara Gallardo, En la montaña. Clase Turista, 2013, 64 páginas. Precio: $300.-

Modelo tapa: Mora Sánchez Viamonte.