Fundado durante el verano de 1943, el campo de concentración Dora fue pensado para albergar a los prisioneros que construyeron los túneles en los que se alojó la mayor fábrica de armamentos subterránea de la, así llamada, Segunda Guerra Mundial.

Dora es la historia de Dora y su relación con Dora. Mejor me explico.

El primer volumen de Dora cuenta con dos partes. La primera, 20.874 nos presenta la historia de Dora Bardavid, una adolescente que trabaja en el depósito del Berlín Document Center, cuya tarea fue la de centralizar la colección de documentos secuestrados a los nazis al final de la guerra. La historia personal de la protagonista (que recibe su nombre como referencia al lugar en el que su padre fue prisionero) está plenamente imbricada con la Historia y los años de posguerra.

En el archivo, Dora comienza sus tareas de espionajes. Al principio su idea es llevar un archivo personal. Cuando su labor en el BDC termina (no les voy a contar por qué, pero está relacionado con "El espía Romeo"), culmina la etapa Alemana de esta historia.

Hay un detalle que considero digno de mencionar en esa parte. Si bien la focalización es interna, la ocularización es cero. Esa marca en la narración textual se muestra mediante el uso de la manuscrita cursiva. En la segunda parte, estará marcada por el uso de la imprenta (una decisión estilística que no me gustó).

Rat-Line (Ruta de las Ratas) es la etapa Franco-argentina de la historia. Aquí Dora conoce a unos jóvenes comunistas franceses y, a partir de ellos, a Lucien Schoffer, un hombre que le propone colaborar con la captura de Joseph Mengele en Argentina. Sin resultados positivos, la operación se termina en 1962.

La obra de Minaverry me genera ciertas contradicciones. En principio, el aspecto gráfico me encanta; mas, por un lado, hay páginas cargadas de textos (interesantísimos, sí, pero que leería con más agrado en un libro de historia) y, por otro, está la cuestión de que nunca me sentí a la altura de esta obra.

En ese sentido, Dora es una historia que interpela y desafía a sus lectores. Es que aquello que quiere contar Minaverry no es sencillo y tampoco lo puede ser su tratamiento. Esa dificultad que ofrece el texto es también un atractivo: a veces uno quiere que no lo subestimen.

Algún día estaré me sentiré más cómodo con Dora y será el momento en el que ya deje de interesarme volver a sus página. Pero no busco eso.

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En los próximos días espero leer el segundo volumen de Dora y, más tarde, conseguir el tercero y el cuarto, que fue recientemente presentado.

Ignacio Minaverry, Dora: 20.874, Rat-Line. La Editorial Común, 2013, 176 páginas. Diseño: Christian Argiz. Precio: $520.