Hay algo que me pasa con ciertos libros chilenos. Me hacen sentir nostalgia de cosas que no he vivido. A veces, pienso en ese otro destino posible: haber nacido del otro lado de la cordillera.

Entonces, como Asterión, juego al otro Emiliano. Finjo que viene a visitarme y le tengo que mostrar mi barrio: esto es un pozo que nunca arreglaron, acá se juntan los fisuras, esto solía ser un ciber. Cada tanto me equivoco y me río y él me mira como si esa risa fuera fingida. Nunca me pregunté de qué trabaja. Hasta hoy.
No dejaba de imaginarme a los sesenta años aguantando un ataque de tos. Entumido, calvo, encorvado, esperando la jubilación, reclamando horas libres, evadiendo alumnos, poniéndole tickets a las pruebas sin leer las respuestas.
No me vayas a soltar es la historia de un docente. Antonio acaba de recibirse como profesor de lenguaje y no está seguro de querer ejercer. Pronto le llega una oferta laboral en una zona complicada de Santiago. De entrada se encontrará con situaciones que lo ponen en constante peligro. Aún así intentará adecuarse a las normas del colegio y ganarse la confianza de sus alumnos a fin de poder acompañarlos y educarlos.
Le pedí que por favor no me presionara: que siendo sincero, no estaba seguro de poder lidiar con delincuentes y balazos al aire, que respetaba y admiraba profundamente lo que hacían, pero que no iba a calzar allí, que no me imaginaba acercándome más allá de lo necesario, que una cosa era presumir una conciencia social y, otra muy distinta, era ser valiente.
Del libro, en general, me gustaron los diálogos y odié que su protagonista sea uno de esos personajes masculinos típicos: un buen chico que conoce a una mujer que le da un nuevo significado a su vida y que, a pesar de estar comprometida, se arroja a sus brazos porque... sí.

En fin es una novela que se lee rápido, pero queda replicando. Quizás en algún otro momento volveré a leerla. Tengo la suerte de ser el dueño de uno de los 800 ejemplares impresos de la novela y el temor de que al volver a abrirlo se rompa. Muy floja la encuadernación.

Daniel Campusano, No me vayas a soltar. La pollera, 2017, 103 páginas. Precio: $570.-